miércoles, 3 de agosto de 2016

¿Qué ha pasado en estos meses?


¡Hola! ¿Hay alguien ahí?
Aquí sigo yo, volviendo por fin al blog, para poneros al día de estos últimos meses y por qué he estado tan desaparecida por aquí (aunque si me seguís por Instagram, ya sabréis un pequeño resumen de lo que ha estado pasando...).

4 de abril: estoy de 33 semanas, casi 34, y tengo la ecografía del tercer trimestre por la SS y ecografía por el seguro privado. Por la SS me dicen que el peso del bebé es de 2,200kg, que viene pequeña, pero que está bien el peso. En cambio por el privado, sale un peso de 1,900kg y pico, que aunque está en percentil 40, la ginecóloga se alarmó porque había bajado el ritmo de crecimiento y nos dijo que quería tener el embarazo más controlado con ecografías semanales. Por lo demás, todo estaba bien (el cuello uterino no se había acortado más), pero debía seguir en reposo absoluto por el tema de las contracciones y para conseguir que la peque cogiera más peso. Nuestro objetivo era llegar ya a las 37 semanas.



14 de abril: como nos había dicho la ginecóloga, había que controlar el peso de la niña con ecografías semanales. En esta eco, de 35 semanas, la peque había subido algo de peso (ya pesaba 2,200 kg), pero aún así le parecía poco, y le pareció ver los vasos sanguíneos del cerebro algo dilatados, por lo que nos mandaron a monitores para ver si podía haber sufrimiento fetal. Afortunadamente en monitores todo salió bien, y decidieron no inducir y dejar que siguiéramos sumando semanas.



20 de abril: cumplimos 36 semanas, y después de consultar con otra ginecóloga, decido cambiar de médico y hospital, porqie parece ser que la bebé no estaba cogiendo peso como debiera y venía tan bajita de peso que requeriría incubadora, con lo cual optamos por hacer el último tramo del embarazo en un hospital más cercano a casa, que hiciera más fácil el ir y venir diario de casa al hospital y que el futuro hermano mayor no se viera muy afectado con esas circunstancias. Todo apuntaba a que me inducirían el parto a las 37 semanas.



22 de abril: 36+2. Me despierto a la vez que mi marido, que salía para trabajar (eran las 6 de la mañana), y como acostumbraba, me tomé mis pastillas acompañadas de un buen vaso de agua. Normalmente eso era más que suficiente para que la pequeñina se despertara y empezara a dar patadas y moverse como loca. Pero esa mañana no... Pasaba el tiempo, y esas patadas no empezaban. Me toqué la barriga, dándole toquecitos, buscando que me respondiera con un rodillazo, codazo o lo que fuera... Nada. Decidí desayunar un buen vaso de leche con cacao y galletas. Eso nunca fallaba y la ponía como una moto. Esa fría mañana de abril parecía que todo se paralizó y sólo podía sentir mi corazón latiendo a mil por hora, invadida por un miedo atroz de haber perdido a mi bebé. Llamé a mi marido al trabajo angustiada, y le dije que llevaba mas de 2 horas sin sentir a la pequeñina. Sin dudarlo volvió para casa. Cuando llegó, despertamos a nuestro peque y lo vestimos con su disfraz de la fiesta de la primavera, ya que lo celebraban en la guarde ese día, y salimos los tres de casa para dejar al peque antes de lo previsto en la escuela infantil, y después salir disparados al hospital. Durante todo el trayecto no paré de rezar y llorar. No quería que le pasara nada malo a mi niña. Mi marido aunque intentaba tranquilizarme, iba pálido y sus manos estaban frías... ¿Quedaría todo en un susto más, y al cabo de una hora volveríamos aliviados a casa? ¿Realmente estaba pasándonos esto? ¿Se nos había ido nuestra pequeñina?

[Como este post se haría interminable si sigo contándoos todo, os cuento qué ocurrió y cómo acabó todo en el siguiente post.]

CONTINUARÁ...

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