miércoles, 3 de agosto de 2016

El Parto (parte I)


(He de admitir que escribir/contar el parto de mi hija me resulta muy duro y complicado; aún lo tengo grabado en mi memoria toda la experiencia del parto y los 15 días siguientes como una pesadilla, e intento no acordarme de esos días, de esos momentos. Es duro tener un recuerdo y un sentimiento así con el nacimiento de un hijo, quizás con el tiempo, mi memoria suavice las emociones tan intensas y dolorosas que sentí. De momento haré el esfuerzo de compartir mi historia para tenerla guardada en el blog y no tener que hacer memoria en unos años; quizás para ayudar a alguien que esté pasando por una experiencia similar; y también la dejo aquí plasmada a modo de terapia, de desahogo... estos meses han sido un "quiero y no puedo", quería contarlo todo, pero al mismo tiempo no me sentía con fuerzas para hablar de todo lo que había ocurrido).

Ese 22 de abril antes de las 9 de la mañana ya estábamos en el hospital, en urgencias. No llegamos a esperar mucho tiempo, cuando nos llamaron para ginecología. Entramos en la consulta, donde rápidamente en una ecografía se pudo observar que la niña seguía con latido, pero parecía que no todo iba bien. Parecía que había poco líquido amniótico (aunque no había roto bolsa ni perdido líquido, después de hacer la prueba correspondiente), y los vasos sanguíneos del cerebro estaban dilatados, eso junto con el poco movimiento del bebé, hicieron que me mandaran a monitores, tras realizarme varias ecografías para cerciorarse de que todas las mediciones que habían realizado eran correctas. En monitores el pulso de la niña no estaba alarmantemente bajo, pero no estaba tan alto como solía tenerlo. Así que después de todas esas pruebas, deciden ingresarme antes de las 10 de la mañana e inducirme el parto, ya que no sabíamos que podía pasar si esperábamos a la semana 37, teniendo en cuenta que ya no había bienestar fetal.

A las 12 del mediodía me dieron oxitocina y ya estaba de 2cm. Todos pensábamos que después del embarazo que había tenido con tantas contracciones, medio cuello uterino borrado desde la semana 28 y siendo el segundo embarazo, después de un parto vaginal, esto iba a ser rápido, coser y cantar. Mi marido, aconsejado por las ginecólogas, se fue a gestionar el seguro privado de la niña, ya que nos avisaron de que venía bajita de peso y tendría que pasar unos días en incubadora. Así que cuanto antes tuviera el seguro arreglado, mejor. Además era viernes, y si no lo hacía en ese momento, hasta el lunes no podría hacer el trámite. Así que mi madre vino a hacerme compañía mientras tanto...
Rápidamente las contracciones empiezan a ser dolorosas (o yo soy muy blanda y a la mínima me duelen) y a las 2 de la tarde pedí la epidural. En 10 minutos ya me empezó a hacer efecto, vino mi ginecóloga a despedirse, y mi marido apareció con las bolsas del hospital y un bocadillo de tortilla para almorzar él (¡qué envidia me dio!). Toda la habitación olía a bocata de tortilla, y yo sin poder probar bocado... 
A las 14:30 volvieron a poner más oxitocina... Así estuvieron hasta las 17:25, que me aumentaron la epidural, porque estaba volviendo a sentir dolor. Por desgracia a pesar de que todo parecía que iría rápido, seguía estancada en 2cm.


Una hora pasó y aunque seguía dilatada de solo 2cm, las contracciones ya eran muy muy seguidas y duraban mucho más. Finalmente a las 19:00 deciden romper la bolsa porque no interesaba que el parto se alargara demasiado para evitar sufrimiento fetal. Durante todo este tiempo, la niña tenía algunas bradicardias, aunque parecía que luego se recuperaba...

La sala de dilatación

No obstante desde que rompieron la bolsa, el pulso de la niña cayó y no toleraba nada bien las contracciones. La ginecóloga me avisó que si en las sigiuentes contracciones la niña seguía así, había que salir corriendo a hacer cesárea. A las 19:15 ya estaba dilatada de 5cm, pero había sufrimiento fetal, así que me avisan de que vamos a ir a por cesárea. Yo en ese momento me sentí aliviada, porque sabía que era lo mejor para mi hija. Ver cómo con cada contracción el pulso de la niña caía en picado me tenía ya muy angustiada, así que sólo quería que acabara ya todo y que mi bebé estuviera bien.
A las 19:30 ya estoy en quirófano, mientras empiezan a preparar todo a mi alrededor, me suben la dosis de epidural, pero por más que me la subían, yo seguía sintiendo dolor, justamente donde tendrían que cortar con el bisturí. Empiezo a sentir miedo, mucho miedo... Me siento sola. Mi marido no lo dejan estar conmigo en la cesárea, y es cuando más lo necesito. Mi cuerpo tiembla y siento frío. Dicen que es efecto de la epidural. No suelo ser muy miedica. Pero el ver que sentía dolor, que tenían que abrir sí o sí en breves instantes, y que la epidural no hacía efecto en esa zona, que mi niña sufría con cada contracción... empecé a estar muy asustada... No podían seguir esperando, eran ya las 19:50, así que no sé que sedante me pusieron, pero sólo me dio tiempo a preguntar si me iban a dormir, y ya no recuerdo nada más que pequeños flashazos de imágenes como sacados de un sueño... Recuerdo en un momento la cara de la ginecóloga con la boca tapada por una mascarilla, que se me acercó y dijo "pesa 2,130kg!" y respondí entre sueños "toma! gané la apuesta!" (mi marido y yo hicimos momentos antes en la sala de dilatación unas apuestas sobre el peso que tendría la niña al nacer), escuché de fondo un llanto lejano de bebé, y entreabrí los ojos para ver cómo se llevaban a una bebé pequeñita y rosadita, mi bebé... Y lo siguiente que recuerdo es despertarme en la sala de reanimación.

Lo siguiente que sé y tengo apuntado en mi diario que seguí durante esos días en el hospital es por datos que me dieron mi marido y médicos. Mi pequeñina nació a las 20:00 el 22 de abril de 2016, por cesárea de urgencia, a las 36 semanas y 2 días, pesando 2,130kg y midiendo 45cm. Lo que nos sorprendió a todos es que la placenta estaba en perfecto estado, por lo que no era la culpable del bajo peso de la niña, que era lo que todos los ginecólogos habían dicho. El motivo de que se hubiera estancado su peso desde la semana 33-34 y de que hubiera sufrimiento fetal en los últimos momentos era el cordón umbilical que lo tenía liado en el cuello, piernas y pies, por lo que al estar tan reliado, se cortaba el flujo de sangre, y por lo tanto de oxígeno y nutrientes; de ahí que con cada contracción tuviera bradicardias y no las sobrellevara bien...

Me sacaron de quirófano entre las 20:30 y las 21:00, y estuve en la sala de reanimación hasta las 22:30-23:00, momento en el que ya podía ir moviendo las piernas, y me subieron a la habitación. Allí me esperaba mi marido. ¡Por fin estaba con él! Me había sentido muy sola durante la cesárea y al despertar en la sala de reanimación, sin saber nada de cómo había ido todo. 

Según me contó mi marido, el pediatra que atendió el parto le informó de que la niña estaba perfectamente y que simplemente iba a ir a la incubadora durante unos días, como mucho una semana, hasta que pusiera algo de peso. Mi marido afortunadamente pudo pasar a verla a las 20:30 a la UCI pediátrica y neonatal, donde le hizo unas fotos que después en la habitación me enseñaría, para poder ver por primera vez a mi hija.







Esa noche estaba ya aliviada, convencida de que ya todo lo peor había pasado. Serían las hormonas, pero estaba super animada, nerviosa, despierta y con un subidón increíble. Al día siguiente por fin podría ir a ver a mi niña... Por fin podría tocarla, acariciarla, ponérmela al pecho... Con esas ideas me fui a dormir esa noche, después de pedir unos calmantes para aliviar el dolor de la cesárea que empezaba ya a sentir.

CONTINUARÁ...


¿Qué ha pasado en estos meses?


¡Hola! ¿Hay alguien ahí?
Aquí sigo yo, volviendo por fin al blog, para poneros al día de estos últimos meses y por qué he estado tan desaparecida por aquí (aunque si me seguís por Instagram, ya sabréis un pequeño resumen de lo que ha estado pasando...).

4 de abril: estoy de 33 semanas, casi 34, y tengo la ecografía del tercer trimestre por la SS y ecografía por el seguro privado. Por la SS me dicen que el peso del bebé es de 2,200kg, que viene pequeña, pero que está bien el peso. En cambio por el privado, sale un peso de 1,900kg y pico, que aunque está en percentil 40, la ginecóloga se alarmó porque había bajado el ritmo de crecimiento y nos dijo que quería tener el embarazo más controlado con ecografías semanales. Por lo demás, todo estaba bien (el cuello uterino no se había acortado más), pero debía seguir en reposo absoluto por el tema de las contracciones y para conseguir que la peque cogiera más peso. Nuestro objetivo era llegar ya a las 37 semanas.



14 de abril: como nos había dicho la ginecóloga, había que controlar el peso de la niña con ecografías semanales. En esta eco, de 35 semanas, la peque había subido algo de peso (ya pesaba 2,200 kg), pero aún así le parecía poco, y le pareció ver los vasos sanguíneos del cerebro algo dilatados, por lo que nos mandaron a monitores para ver si podía haber sufrimiento fetal. Afortunadamente en monitores todo salió bien, y decidieron no inducir y dejar que siguiéramos sumando semanas.



20 de abril: cumplimos 36 semanas, y después de consultar con otra ginecóloga, decido cambiar de médico y hospital, porqie parece ser que la bebé no estaba cogiendo peso como debiera y venía tan bajita de peso que requeriría incubadora, con lo cual optamos por hacer el último tramo del embarazo en un hospital más cercano a casa, que hiciera más fácil el ir y venir diario de casa al hospital y que el futuro hermano mayor no se viera muy afectado con esas circunstancias. Todo apuntaba a que me inducirían el parto a las 37 semanas.



22 de abril: 36+2. Me despierto a la vez que mi marido, que salía para trabajar (eran las 6 de la mañana), y como acostumbraba, me tomé mis pastillas acompañadas de un buen vaso de agua. Normalmente eso era más que suficiente para que la pequeñina se despertara y empezara a dar patadas y moverse como loca. Pero esa mañana no... Pasaba el tiempo, y esas patadas no empezaban. Me toqué la barriga, dándole toquecitos, buscando que me respondiera con un rodillazo, codazo o lo que fuera... Nada. Decidí desayunar un buen vaso de leche con cacao y galletas. Eso nunca fallaba y la ponía como una moto. Esa fría mañana de abril parecía que todo se paralizó y sólo podía sentir mi corazón latiendo a mil por hora, invadida por un miedo atroz de haber perdido a mi bebé. Llamé a mi marido al trabajo angustiada, y le dije que llevaba mas de 2 horas sin sentir a la pequeñina. Sin dudarlo volvió para casa. Cuando llegó, despertamos a nuestro peque y lo vestimos con su disfraz de la fiesta de la primavera, ya que lo celebraban en la guarde ese día, y salimos los tres de casa para dejar al peque antes de lo previsto en la escuela infantil, y después salir disparados al hospital. Durante todo el trayecto no paré de rezar y llorar. No quería que le pasara nada malo a mi niña. Mi marido aunque intentaba tranquilizarme, iba pálido y sus manos estaban frías... ¿Quedaría todo en un susto más, y al cabo de una hora volveríamos aliviados a casa? ¿Realmente estaba pasándonos esto? ¿Se nos había ido nuestra pequeñina?

[Como este post se haría interminable si sigo contándoos todo, os cuento qué ocurrió y cómo acabó todo en el siguiente post.]

CONTINUARÁ...